sábado, agosto 7

Sin aliento.

Autores varios

Y fue justo en ese instante cuando lo vi que me quedé sin aliento, dudé, traté de pensar, pero mis pensamientos eran lo más similar a una tormenta en el medio del mar. Decidí avanzar, ir hacía él y enfrentarlo....
A medida que me acercaba iba pensando cómo mirarlo, cómo tocarlo, cómo, cómo decirle que ya..., y sin mediar palabra, me desvanecí.
Desperté, tal vez horas, días después, aún no sabía qué había pasado. Me encontraba en mi cuarto. Luna, mi gata fiel, me miraba fijamente. En mi cabeza sólo había confusión, la confusión de la tormenta del mar. Eso era lo único claro.
Cuando logré hacer foco hacia la ventana el desconcierto aumentó, ese objeto, esa imagen, de entresueños, tomó una dimensión inesperada, real. Debo acercarme pensé, pero no, me detuve, me paralicé. Mi corazón latía descontroladamente, mis manos sudaban, mis piernas temblaban hasta que sentí que ahora, esa imagen era la que venía hacia mí. Se acercaba, cada vez más. Traté de retroceder de a poco, y la imagen cada vez más cerca mío.
En ese instante un estruendo interrumpió la línea de mis pensamientos. Me di vuelta. Había recuperado la capacidad de moverme. Y lo hice muy rápido.
La imagen iba en mi dirección. Salí de mi habitación, me di vuelta y ahí estaba, cruzando el marco también. Cobrado el poco aliento que me quedaba, bajé rápidamente la escalera, siempre detrás de mí, mientras bajaba iba tomando, peldaño a peldaño, su forma, mientras Luna pisaba la estela húmeda que iba dejando en su camino...
Dónde está Nicanor -pensé- dónde está...
Busqué la puerta principal, salí, el jardín parecía girar alrededor mío. La brisa del atardecer me abrazaba.
Luna a mi lado expectante.
-¡Luna!- le dije, -vení que te llevo, busquemos a Nicanor-. Cuando me agaché para agarrarla, nuevamente, y con mucha más fuerza, el estruendo. Quedé inmóvil, arrodillada en el pasto con Luna en mis brazos, me clavó las uñas. La había apretado demasiado. Sentí algo tibio que se escurría y me mojaba el camisón. No me importó. Sólo podía pensar en Nicanor. En Nicanor y en la imposibilidad de llamarlo a los gritos, en Nicanor y en el diagnóstico médico que nos había cambiado la vida para siempre.
Por un instante pensé si esto sería obra de él. Nunca había faltado de mi lado y precisamente hoy que necesito su resguardo, no está. Si fuera locura Luna no estaría agazapada esperando que la imagen vuelva a asomarse y yo no seguiría deshidratándome, entonces tomé una decisión. Me di vuelta y arremetí hacia la imagen. -Debo enfrentarme a ella- pensé. Nicanor me preocupaba, estaba enfermo y seguía sin responder. -Tengo que enfrentar esto sola-.
De un salto creí alcanzarla, extendí los brazos, sólo podía escuchar mis propios latidos, mi pecho parecía tener vida propia, mis manos congeladas intentaron llegar a la figura desafiante.
En cuanto la toqué, en ese preciso instante me di cuenta que vi a Nicanor, volví a paralizarme, no podía oír nada a mi alrededor, sólo se repetía en mi cabeza esa imagen, la de él, impactante, ocupando todos los espacios de mi mente, recorriendo todos mis sentidos y mi capacidad de reaccionar. Mi cuerpo ya no me pertenecía, mi mente se entregaba mansamente.
Y todo en mi espacio fluía sin sentido. Nicanor no estaba…
En ese momento escuché, era una voz familiar, muy familiar, me di cuenta por el modo de pronunciar las erres. Era el Dr. Aguirre. Debía abrirle la reja. Tal vez venía a darme noticias de Nicanor, tal vez su llegada fuera casual. Sea como fuere él me salvaría de esta situación. Busqué las llaves, me acerqué a él
-Dr. Aguirre, por favor, ¡ayúdeme! Algo extraño está sucediendo, entre.
-Sí Goxana… ¿qué pasa? Está muy negviosa… ¿Qué le pasa?
-Venga que le muestro… acérquese, pero tenga cuidado, mire donde está Luna ¿ve?
-Sí, sí, veo Goxana… quédese tranquila…
-¿Qué es todo eso, Doctor…?
-Pensé que iba a llegag a tiempo… pero veo que no. La enfegmedad de la que quería hablagle se trata de eso…
-¿Pero qué tiene que ver todo eso, con la enfermedad, Doctor, por favor…?
-Todo eso Goxana, es usted…
-¿Qué? Qué está diciendo…?
-Es una enfegmedad degenerativa… los ógganos se licuan y se van saliendo del cuegpo…
-¿cómo? ¿Y las que están a distancia? ¿Cómo llegaron hasta ahí si yo dormía?
-Creo que eso habría que preguntágselo a ella.
-A quiéeeen?
Mientras sentía que iba perdiendo el aliento… Luna, insistente, no dejaba de lamerse las patas!
-Discúlpeme Goxana ¿Nican..., su marido, estaba durmiendo con usted?
-¿Qué…, Nicanor…?
-Sí, Nicanog también, Goxana…


Escribieron esta historia: Marcela Silva, Catalina Gonzalez, Flavia Louis, María Inés Ferrero, Graciela Fernández, Luciana Mignoli, María Victoria Hermosilla, Irene Guitián y Sol Guerrero.

7 comentarios:

  1. Guauuuuu...cómo quedó Sol!!!!!buenísimo!!!!!Una enfermedad degenerativa!!.
    BESOS

    CATA

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  2. Quedo muy buena chicas! las felicito, la idea de hacer una historia entre todas fue genial!
    Saludos!!!

    LAURITA

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  3. Me mató el Dr. Aguigge y su diagnóstico ... Muy creativo lo de licuarse. ¡Qué se repita!
    GRACIELA

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  4. Buenisima propuesta!!! Esperamos la próxima!!. MARCELA.

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  5. Síi! Quedó lindo!! Yo sabía que contaba con uds para darle forma al juego aprovechando la inminente llegada del día del niño.
    Todos los viernes habrá una propuesta distinta o parecida para continuar durante el finde. Allí las espero!!
    Gracias!

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  6. Está muy bueno.
    Y, de una mente degenerada sólo podía salir una enfermedad degenerativa!

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  7. Y síii! Qué será de una mente regenerada... ¿no?
    Gracias paragüitas!

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