jueves, junio 18

Arañando

Por: Sol Guerrero

Extraños órganos las uñas que sólo sirven para guardar restos…

Hay olores que me gustan. El esmalte, la acetona, el cemento de contacto, son fragancias que dejan un halo intenso y prepotente. Cierto perfil adictivo, tal vez, que me inclina a placeres agresivos, inocuos y no tanto. El tabaco, el vino, algún cigarrillo de marihuana de vez en cuando. Y el amor. Pero no el amor convencional, las frases que no dicen del amor, la filosofía berreta del amor. No. El perfume del amor que, como elixir, me insta a buscarlo siempre.


Deseos que se amontonan y algo que circula por sangre nos avisa que va a estallar. Nunca sabemos cómo, ni dónde, ni de qué manera.


El amor no es per sé. Es en la medida de lo que otro cuerpo significa, de cómo corrompe aprioris de la pasión. Nunca puede ser igual. No hay ardores que se repliquen, hay amores que estrenan cada vez un ser distinto. Si eso ocurre hemos establecido un vínculo, amoroso, apasionado, trascendente.


Pienso, mientras arrastro las basuritas que siguen amarradas a mis uñas, en el amor y los enunciados que lo matan.


Sé de mujeres que no transpiran. Que no se atreven a desenjaular el sudor cuando una pasión las acecha. No se advierte en ellas ni una mariposa carreteando sobre la piel. Son opacas e indolentes para el amor.


Y escucho decir que se puede estar viva sin él.


Estar solo sin sentirse amenazado de muerte es posible sólo si nos revuela un amor desnudo, descarnado. Un vínculo que no invoque al resguardo. Que suceda tal como es, sin laberintos, o con marañas de salideras posibles.


Y escucho decir que entrampa.


Salirse de sí mismo es no saber dónde se dejan las llaves cuando se ingresa a la casa; se olvidan los actos fútiles pero se ve al pájaro sediento hacerse de una gota voladora. Confunde a los miserables y a los audaces les abre una ventana.


Y escucho decir que se extingue.


Que emerge como convulsión con final anunciado. Y será que en cada final hay una trampa, que la gloria de su cuerpo se lleva del otro algo de soberbia y van quedando menos artilugios que nos defienda de la nada cuando en ese instante la vida parecía serlo todo.


Y hay enunciados que lo avivan…


Se de quienes le endilgan un estado de embriaguez. Únicos instantes en la vida, tal vez, en donde cierto encantamiento del mundo nos distrae de miserias relevantes.


Que no hay maravilla mundana que acaricie siquiera sus virtudes. Nada más parecido a eso que sospechamos, es, estar vivos.


Pero el amor no es, sino cuando se ama. No hay trazo que pueda definir sus contornos. Se lo circunvala andando. Se sujeta a nosotros cuando la fantasía inaugura un deseo que no estaba y se vale del cuerpo como parásito famélico que de imaginarios se nutre.


El amor no es, sino una invención que habita en seres vivos que lo hablen, con cualquier lenguaje y toda la historia alojada en sus bocas.


Y mis uñas liberadas, tal vez, apenas si arañen los vestigios que lo rondan.


Sol Guerrero