miércoles, julio 30

Suéltame oficio

Por Pini Raffaele

Todos los que, de alguna manera, trabajamos en algo que nos exige una mirada nueva o una resolución estética diferente y lo hacemos por dinero, conocemos las trampas del oficio. Esto es, por ejemplo, necesito una foto para ilustrar determinada tendencia o concepto. Acordate que es para ayer (memo infaltable en la profesión). ¿Y qué hace uno en estos casos? Echa mano al oficio, por supuesto. Porque realmente me importa un pito la influencia del calamar en la dieta macrobiótica, pero el suplemento cierra mañana. Entonces uno prefigura el siguiente combo: calamar – dieta – casiseguromujer – sano – airelibre – gentequeodialosvicios. Y …tuc! Desde ese enorme rígido que sostiene nuestra cabellera aparece la imagen que, sabemos, encantará a nuestro editor – cliente – marchand. Pero agradeceríamos que no se nos mencione en los créditos.

El problema realmente grave es cuando nuestro medio de vida coincide, al menos formalmente, con nuestro medio de expresión. ¿Cómo evitar ese atajo que nos plantea el enorme background que hemos cimentado a lo largo de los años y que tiene respuestas para casi todo? El enorme Pablo Picasso lo intentó echando mano a la siniestra que, justamente, no era su diestra. Intentaba que no fuera su extremidad autómata la que le dijera lo que él quería expresar. Picasso lo logró (a pesar de que igualmente recurrió a la cerámica). Yo no.

Fue entonces que me puse a “retratar” escenas prescindiendo de todo artificio mimético. Es decir: nada más diverso de la realidad que un signo convencional como lo es el abecedario. “Ceci n´est pas une pipe.” (ésto no es una pipa) pintó Magritte debajo de una reproducción perfecta de una pipa. Y si uno desconoce el francés, esas palabras no significan nada. Lo mismo sucede si planteamos el artificio al revés. De modo que comencé a bucear en el lenguaje escrito, sin inocencia pero también lejos del oficio, para poder expresar al “tripaje”.

Como no soy hombre de andar dejando cabos sueltos (dijo Baltasar Garzón), llegué a tres conclusiones:

Uno: Duele como la mierda (igual que la otra)
Dos: Al oficio no hay que negarlo sino aprender a usarlo.
Tres: Antes que ser oficial por oficio prefiero ser amateur por amor.


Pini Raffaele