domingo, octubre 17

A la vida de Vera...

Es mi primera vez, por lo tanto no voy a despotricar contra estos rituales que inventa la humanidad, quien sabe con qué objetivo, ni con qué intención que no sea por lo pronto hacer del camino de nuestra especie un periplo circular. No voy siquiera a reflexionar sobre la hostilidad que impone un festejo del que muchos no pueden formar parte. Mujeres deseosas de ser madres sin posibilidad. Hijos con madres ausentes y, otros tantos, con sentencias de madres que serían mejor olvidar.

Voy a dejarme arrastrar… y en medio de esa travesía no me atrevo a decir que sea la experiencia más maravillosa de la vida, no me convence ese enunciado para apenas intentar describir los misterios que rondan la maternidad.

Por lo pronto no es una condición que se cumpla sin excepciones. Es, en tal caso, el resultado de un deseo, de una posibilidad; de un imaginario que le da sentido.

El mundo está atestado de maravillas y miserias, claro, y cada una de ellas cobra supremacía en su momento vivido. De no haber sido madre me hubiera asegurado de cualquier modo el tránsito por las experiencias más bellas. Muchas, de las que por fortuna me han tocado vivir, fueron inconmensurables, radiantes, sublimes y sigo sumando de ellas.

Tal vez se acomoda mejor en mí decir que es una experiencia extraordinaria, con toda la rigurosidad de su definición, que está por fuera de lo usual, de aquello que podría ser más o menos fácil de anticipar.

Si una logra salirse del deseo propio y piensa concienzudamente todo lo que supone el hecho de generar una vida sin consentimiento cae en la cuenta que debería ser una de las decisiones más temibles. Y para mí de hecho lo fue…, lo es.

Sin dudas la felicidad se instala allí pero mucho más que eso, o mejor aún, sin perderle pisada, está atravesada la responsabilidad de lo que implica. Y no aludo a la responsabilidad del cuidado, del sustento, y demás menesteres que casi diría, cuando hubo acuerdo, es un trabajo sencillo de organizar. Me refiero a la disciplinada tarea que supone instalarla en el mundo. Y que ese mundo esté, cada vez, hora por hora, más alejado de mí. Y no porque yo no me sienta una buena opción para acompañarla sino porque creo que ése sería mi mayor acierto. Mostrarle los beneficios de la autonomía.

Que haga de la libertad una estrategia ha dicho alguien alguna vez, sin la mirada de los otros, sin mandatos enquistados en su piel. Sin la mínima certidumbre de lo que yo hubiera querido para su vida, más que, en todo caso, el deseo profundo, desprovisto de ambiciones, de que su historia  sea, cada vez, un relato construido, en mayor medida o exclusivamente, por ella.

Sin dudas me hace feliz su presencia pero el anhelo más sofisticado, si cabe la definición, es que ella lo sea y no en función de mi existencia, sino de la suya, de su propia vida. Tan sólo pretendo que no  me arrastre. Que vea en mí, sin más, una posibilidad entre las infinitas que le servirán de muestra. 

Y es en ese sentido que hago un esfuerzo cotidiano para que Vera no se convierta en “mi vida” (completa, digo). Mi hija integra una dimensión, y a pesar de su pequeñez su figura va cobrando tanto más sentido con cada logro propio que la va desanudando de mí. Con toda honestidad podría afirmar que no me satisface plenamente su inevitable estado de dependencia. Estado que te impone una dura pelea con ese costado narcisista que te hace creer capaz de todo. Un poder ficticio que quién sabe cómo se traduce ante sus ojos.

Quiero que me ame, claro, pero también que me “abandone”. No quiero ser su matriz, preferiría ser una guía de viajes encantada de mostrarle los paisajes más bellos para mí, pero también estar dispuesta a dibujarle mundos distintos aunque yo los considere menos atractivos. Tal vez, justamente allí ella encuentre su sitio.

Y cuanta más conciencia de mí  tenga, y menos dependencia, quisiera que aún me eligiera, por supuesto, pero no por inevitabilidad o por el excluyente vínculo que nos tocó en suerte sino por haber podido ver en mí el cumplimiento de mis intereses, la búsqueda frenética de placeres elegidos y por la osadía permanente de atender a mis pasiones.

No tendrá de mí una madre abnegada, ni resignada a perder nada que sea propio en su nombre. Pelearé contra ello mientras pueda. No habrá una sola frustración, si aconteciera, de la que ella fuera responsable y menos aún será depositaria de deseos y elecciones inventadas, a través de mi convencimiento, por  incapacidad de haberlas hecho propias.

Vera no es alivio de tristezas, no es destierro de estados posibles de soledad; no fue pensada desde la falta ni desde ideales de realización. No es el reflejo de mis intereses, ni de mis reglas, ni de mis condiciones, ni de nada que, por pertenecerme a mí, sea por definición ella. Vera fue pensada con la distancia suficiente para saberla Vera y su historia, que irá trazando con los contornos y matices que emerjan de su mirada del mundo.

Que cuanto más camino ande y desande se eche menos vuelta hacia atrás. Que no espere mi aprobación en cada intento. Que la única ley que la gobierne sea la osadía y que no haya búsqueda íntima, deseo genuino, anhelo latente, del que se vea obligada a renunciar. Por ningún motivo, ni por nada ni por nadie…

Y sí, ni falta hace que me lo digan, ya sé que nada de esto va a salir bien. Que como ha pensado Freud, probablemente, como toda mujer, y pese a ella, dialogue conmigo el resto de su vida. Que sus deseos se construirán a costa de los vestigios de los míos. Que su sensibilidad se cubrirá de una piel entramada en parte con mis manos. Pero si a pesar de mis intenciones veré cada acto frustrarse en la batalla de saberla libre, si a pesar de mi tozudez tuviera que renunciar a mis intentos, si lo inevitable implica que ella sea en buena parte lo que haremos de ella, entonces mi esperanza dependerá de una sola condición. Que no sea de mí de quién sostenga su mundo, que no sea yo quien le ilumine distancias,  que elija siempre la mirada de su padre, porque tendrá allí una muestra más bella y mejor diseñada de la vida, una muestra sustancialmente más franca y definitivamente más sana que lo que yo pueda ofrecerle como madre. A mí, apenas si me da el cuerpo para entender el amor que siento por ella y tal vez me lleve toda la vida desentrañarlo.

Ahora, si inevitablemente tuviera que decir lo que imagino para Vera, para su vida sucesiva, sólo sé que mucho más que una princesita de historias, la prefiero, decididamente, maestra mayor de obras…


A Pini, mi amor, por la valentía de atreverse a Vera…

Por Sol Guerrero

4 comentarios:

  1. Amiga, cómo no va a salir bien, si hasta acá han llegado sin siquiera planearlo!
    Las quiero.

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  2. Leyendo tu relato, no pude evitar llorar al finalizar el mismo.
    Muchas veces senti asi con mis hijos y lo sigo sintiendo. Es increible a lo que nos enfrenta la maternidad, sobre todo cuando eso esta ligado a nuestras partes mas oscuras, egoistas, no resueltas, quiza. Y lo dificil que es ser madre en esta sociedad atravesada por mandatos absurdos a veces y por esa falsa "felicidad" que nos venden desde la tapa de revistas donde se nos muestra como debe ser la "madre buena y abnegada, la MADRAZA". Los hijos son los mejores maestros que tenemos, y si nos lo permitimos, a veces es sanador poder mirarmos en ese espejo que tanto refleja. Apoyo esta causa hacia la autonomia de nuestros chicos, a que no tengan que cumplir nuestros sueños, anhelos, expectativas o paliar nuestras frustraciones y adhiero tambien a ser ese modelo que planteas, porque despues de todo, les podremos decir con palabras mucho, pero al fin y al cabo no hay que olvidar que aprenden mas de nuestras acciones.
    Un saludo!
    Romina

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  3. Gracias Romina!! Lo que vos decís es lo que quise expresar! El vínculo con un hijo/a es un acontecimiento permanente que por su complejidad y dimensión amorosa sólo puede salir bien si se antepone, aún con todas las dificultades, su libertad antes que nuestros temores y frustraciones. No le encuentro otro sentido más que el construir, en mi caso en Vera, más que una imagen de lo que espero, una cantidad considerable de recursos para que ella sea lo más parecido a lo que desee...
    Gracias por tus palabras!
    Un abrazo!

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  4. Y por cierto... el recurso para que haga lo que desee se lo transfiero yendo atrás de los propios e intentando cumplirlos!
    Beso!

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