martes, junio 15

Registro 1

"De cuando un día cualquiera deja de serlo..."
Por: Sol Guerrero

Fórmula

Hoy tuvimos que ir Pini, Vera y yo a Capital. Caminamos por Irigoyen, creo, hacia 9 de Julio. Es increíble lo que ocurre cuando uno no está habituado a ir al centro. Pini cargaba el “huevito”, objeto que hace a la vez de casita, mesa, sillón y mamadero de Vera. Allí pasa sus noches (ya no sé cómo hacer para modificarle ese hábito). Lo cierto es que es como si yo quisiera dormir en un cajón de manzanas.
Decía…, caminamos cuesta arriba sobre veredas que no miden más de 1 metro de ancho y autos que nunca sabés demasiado bien si van a frenar ante, bajo, sobre, o debajo de la senda peatonal. Así que con mucho cuidado fuimos a paso lento mientras Pini, como es su costumbre, me tomaba del hombro y me ubicaba a su derecha para alejarme de la calle. Aclaro, porque no es menor, que Pini tiene ese gesto aún cuando no estoy con Vera. Es de los que te abre la puerta del auto y siempre, siempre te hace pasar primero (hay que decirlo…).

Teníamos unas “6, 7, 8” cuadras por delante ja! No, 4, en verdad, y ¿qué ocurrió?: Uds conocen bien la mirada de Vera, esos dos zafiros que penetran e iluminan cualquier rededor donde se encuentre. Bueno, no podía abrirlos. El humo de los colectivos pensé… La cantidad de gente que pasa no le permite hacer foco, teoricé acto seguido…, pues no. El ruido le dolía en los ojos. Coloqué su cabeza entre mi mano y mi pecho para taparle sus orejas y ahí, de a poco, se fue animando a encenderlos. No sé si las lagrimitas eran por el viento o por el smoke, pero lo cierto es que se empecinó a hacerlo porque ella acepta cualquier cosa menos perderse, siquiera, el más efímero registro. Logrado su esfuerzo sucedió lo que suele ocurrirme en la calle, más de un señor o mujer la mira y le imparte algún piropo a lo que ella –por supuesto- ¿Qué hace? Sonríe.

A la hora del almuerzo decidimos ir a "La Clac", un restaurant que queda sobre Av. de Mayo. Allí nos encontrábamos, aprovechando la ida a Capital, con un amigo de Pini, psiquiatra él, de Comodoro Rivadavia, que no ve desde que decidió venirse a vivir conmigo a Adrogué.

Yendo con Pini es condición llegar a horario y así fue (nooo, si yo estoy cambiando mucho eh!). Elegimos un lugar más o menos cómodo y lo menos entorpecedor posible para el resto de la gente por el huevito en cuestión. Vimos un rincón donde había una mesa redonda. Allí nos sentamos, acomodamos a Vera y llegó José Luis. Por supuesto un encuentro muy emotivo porque además del mar lo que más extraña Pini son sus amigos. Llegó él, su esposa y su hija menor. Nos presentamos y desde el segundo 1, desde ya, Vera fue el centro absoluto de atención. La besaron, la abrazaron, la levantaron etc, etc. ¿Qué hace ella? Sonríe.

La mujer del amigo de Pini me dio un regalito para Vera. Una bolsa grande que contenía un teatrino, se dice, según Pini, que se arma para usar con títeres, obviamente! No lo quise abrir porque me di cuenta que era necesario desplegarlo. Agradecí mucho y lo dejé a un costado cuando José Luis me advirtió que si bien nosotros teníamos que hacernos de títeres, ellos habían colaborado con uno muy especial y que estaba dentro de la bolsa también. Enseguida lo busqué en el fondo y allí saqué el paquete más pequeño. ¿Qué era? Un pingüino! Ja! Me encantó. Todo un símbolo para transmitirle a Vera. Nos reímos haciéndolo hablar al pingüinito y por supuesto se inició la charla acerca de cómo veíamos las cosas, o sea el país. Por suerte una mesa K que nos permitió regodearnos en cierta alegría. Mucha política en la mesa y la sensación que algo había cambiado en estos últimos tiempos. Al menos, concluimos, nos sentimos o podemos estar menos a la defensiva.

Salí a fumar a la calle y volví. En ese instante Pini me señala que en diagonal a nuestra mesa estaba sentado Sabbatella con, espero haberlo reconocido bien, Roberto Baradel (Secretario General del SUTEBA y Secretario Adjunto de la CTA provincia de Buenos Aires). Y otro señor que no reconocí. Me alegré, sentí deseos de ir a saludarlo, muy cholulo pensé, ¿qué le digo? ¿Le digo que me gusta? No. ¿Que lo quiero? Tampoco. ¿Qué confío en él? Muy abstracto. Expresé en voz alta… “Y si lo voy a saludar” A lo que me respondieron “claro, andá” y fui.

Me acerqué a la mesa con Vera a upa. Me miraron levantando el cuerpo como quien no sabe qué puede acontecer, intenté sonreír para desestimar cualquier amenaza y llegué.

Sabbatella se dio vuelta, me miró con sus ojitos cristalinos, se paró, se acomodó el saco, me acerqué a su rostro, él acompañó, me dio un beso, la acarició a Vera ¿Qué hizo ella? Sonrió, y le dije. “Te pido, por el futuro de mi hija Vera, que la fórmula sea Kirchner – Sabbatella…”

Todos se rieron con cierta sorpresa, “ahora no te vas a poder negar” le dijo uno.

Él se emocionó, creo, y yo también.


Por: Sol Guerrero

3 comentarios:

  1. jajjajaaj que buen relato, me encanto!
    No hay duda.... Vera es una niña K
    Silvina Mazzarella

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  2. Me gustó mucho tu relato, casi me lo podía imaginar...
    Elvira Romera

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  3. Les gustó este texto a Graciela Fernández, María Victoria Hermosilla, Andrea MAnjón y Viviana Garay
    (Publicado en facebook de Sol Guerrero)

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