Autores varios
Se llega caminando por el segundo subsuelo, se toma un pasillo que atraviesa la manzana, se topa con el fondo, y justo ahí, donde termina, está la puerta que dice: Área Expedientes.
El jefe del área, Jesús Altavista, daría la noticia a las 12. 30 hs...
-¿Están todos?- preguntó.
-No, patrón, falta el Eulalio-, dijo Juancho, bautizado por sus compañeros como el alcahuete.
-¿Y dónde está el Eulalio, Gutiérrez?- le preguntó Altavista...
Juancho Gutiérrez estaba a punto de mandarlo al frente, pero Tito, la hormiga laburante como le decían, lo interrumpió.
-Me pareció escucharlo adelante preguntando por el baño, no sé...- y al oído le susurró a Juancho: -Frente al patrón y en estos momentos nos tenemos que cuidar todos, porque cualquiera puede salir mal de esta, así que guardate para después las cosas que tenés con el Eulalio-
Altavista encendió un cigarrillo, se paró frente a la mesa principal del lugar, apoyó sus manos a cierta distancia y se inclinó hacia adelante.
-Lo esperamos entonces...-
Los compañeros, algunos, sabían en qué andaba Eulalio y por un lado se alegraban pero por otro tenían temor que el patrón se enterara. Todos sabían lo que sucedía en el sótano, en el archivo, rodeados de expedientes y telas de arañas, entre la Rosita (la hija adorada del patrón) y el Eulalio.
Jesús Altavista estaba nervioso, de otro modo no hubiera encendido un cigarrillo frente a los empleados. Se cuidaba bien de cumplir las reglas y hacer buena letra con el supervisor.
Con el pelo revuelto y la camisa desabrochada tambaleándose entró Eulalio a la reunión. Ninguno pudo contener la risa cuando vieron la cara que puso al encontrarse con la mirada de Altavista. "Este es mi fin”, pensó. Y en el salón se escucha la voz elevada de Altavista diciendo…
-¿De qué se ríen todos ustedes? Ordeno que alguien me dé una explicación ¡ya!-.
El silencio fue definitivo, aún cuando Eulalio no era portador de la simpatía de todos. Sin embargo, entre los compañeros de trabajo, hay una ley que no se viola..., la solidaridad ante la patronal.
Altavista, ante la reacción, supo que sería en vano insistir. Enderezó su espalda, y siguió...
-Bueno, esta reunión muchachos es para contarles el estado de situación. En virtud de la Ley Laboral Nº 11502, por un lado,esta empresa ha decidido hacer reducción de personal y por otro que algunos de uds. ascenderán en el cargo. Por ejemplo, Eulalio pasará a ocupar mi lugar.... yo ya no puedo seguir.
A partir de allí sólo se escucharon gritos y discusiones, empujones entre unos y otros.
Ante el desconcierto y la furia de todos se la vio a Rosita bajar por la escalera con un andar inquietante.
-Bastaaaaaaa!- dijo en un solo grito. -Eulalio va a ocupar el lugar de Jesús, mi padre, por decisión mía y no se van a aceptar cuestionamientos-.
Juancho sintió que era momento de delatarlo. Se sabía un poco cobarde para enfrentar a los compañeros y un poco bruto para entenderse con los de arriba pero la situación era insostenible. No podía permitir que premiaran a Eulalio, a ese mal nacido que le juega a todos por atrás.
Juancho corrió hasta estar frente a frente de Altavista. En vano fue que lo intentaran frenar.
-¡Patrón! No puede el Eulalio ser su reemplazo-
-¿Por qué Gutiérrez?- preguntó Altavista.
-Es que él...él....con la Rosita...con su hija patrón...-
Altavista se estaba poniendo rojo de furia. Mientras escuchaba a Gutiérrez miraba a Eulalio y a Rosita.
-Siga...qué pasa con mi hija, dígalo de una vez!-
-Bueno... no me va a decir que no sabe que el Eulalio y la Rosita…, ya vio.
-¿Qué vi?- lo interrumpió Altavista.
Juancho gesticulaba pero no terminaba de completar ninguna palabra coherente.
-No tengo todo el día Gutiérrez. Si no va a decir algo sensato, por favor no moleste-
-Espere patrón, lo que le quiero decir es que abra los ojos!-
-Gutiérrez… los tengo abiertos, ¿qué pasa?
-Es que su hija y el Eulalio son… ¡sus traidores!-
-¿Mis traidores? qué está diciendo Gutiérrez. No se le estará cruzando por esa mente acotada que usted tiene, que Eulalio flirtea a la Rosita ¿no? Mire, voy a dejarlo pasar si así fuera porque será por despecho que usted lo hace pero para que le quede claro voy a decirle que mi Rosita está muy comprometida con un poderoso empresario al que seguramente en poco tiempo voy a conocer y con el que se va a casar... ¿le queda claro?-
Todos se miraron... Gutiérrez a Eulalio, Eulalio a Rosita, Rosita a su padre. Los ojos rebotaban las paredes. Eulalio enrojecido, impertérrito, se secaba las manos en el overol tratando de entender la situación. Mientras Rosita ya no podía levantar la vista y su cuerpo parecía entregado.
Eulalio tomó impulso, se fue acercando quedando a centímetros de Altavista, inclinó su torso y dirigiéndose a su oído derecho dijo unas palabras a Altavista de las que sólo trascendieron sonidos indescifrables…
Altavista ni se inmutó, lo alejó a Eulalio tomándolo de los hombros, miró a todos y dio la noticia.
Por decisión de Eulalio, que acaba de renunciar, quién ocupará el cargo será Tito.
Eulalio miró a Tito, con una media sonrisa fue retirando todo su cuerpo del lugar. Casi llegando a la puerta se lo vio meter la mano en el bolsillo de atrás del pantalón. Nadie sabe con seguridad si en ese último gesto se pasó el pañuelo por la frente como siempre, o dejó estampada unas lágrimas antes de salir.
Rosita corrió hacia la puerta, la cerró con llave, tomó el pañuelo del piso y lo guardó en su seno.
Escribieron esta historia: Catalina González, Marina Corradini, Sol Guerrero, Graciela Fernández, María Victoria Hermosilla
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